ORDO AB CHAO
"Muchas personas prefieren contemplar los cuadros con los ojos cerrados para no perturbar la imaginación" escribirían los hermanos Schlegel en su revista L'Athenaeum a finales del siglo XVIII. Lo mismo habría que hacer en “Microcaos, historias circulares”: apenas mirar las piezas que la componen, deslizar la mirada sobre ellas y luego cerrar los ojos largo rato para volverlas a imaginar. Se trata de una exposición de muy fina factura, dotada de una elegancia vibrante y un sentido de la composición originalísimo. La exposición se articula en cinco series: Picnics del ocio final, The garden of love, Vier Maler, Nous avons perdu la tête y Delicias del desorden.
I. Picnics del ocio final
La obra de Yorchil está inmersa en una atmósfera onírica. Nos sumerge en un sueño lúcido donde el color alimenta geométricamente las más inverosímiles composiciones. Hace que converjan en perfecta armonía elementos de la vida cotidiana sacados de su contexto— como una pila de ganchos y una tetera con una columna de arquitectura clásica, pedazos de madera sobre un terruño flotante o una llanta con escombros y un felino salvaje. Su poética consiste no sólo en dar vida y dotar de excentricidad a objetos típicamente marginales sino en elevarlos a arte. Las piezas que componen esta serie son grabados intervenidos con pintura. La presencia de las nubes en escenarios tan inusuales como los que nos ofrece el artista, así como la leve lluvia matizada de turquesa y amarillo nos hablan no sólo de su maestría en la composición sino de un proyecto de creación radical donde la ficción ordena el caos de la realidad.
II. The garden of love
Una vieja obsesión del artista vuelve a salir a flote en esta serie: su amor por lo insignificante, por los desechos. Los grabados que conforman esta serie toman su inspiración de un estudio para tapiz de Rubens donde se aprecia a hermosas mujeres reunirse para cotillear en “The garden of love”. Yorchil traslada ese jardín del amor a un glamoroso tiradero de basura. Además de las mujeres, los curadores charlando sobre arte son otros personajes que se aprecian afuera de una casa en ruinas. Sorprende también la presencia de un angelito. Las nubes y los terruños flotantes desempeñan un papel central en la composición, pues fungen como conector con la serie “Picnics del ocio final”, cuya silueta se conserva. En “The garden of love”, Yorchil opta por eliminar el color, lo que agrega a las obras pobladas de detalles y personajes un aire de estampas atemporales. Cabe resaltar que esta serie fue merecedora de la mención honorífica en el Concurso Nacional de Grabado José Guadalupe Posada.
III. Vier Maler
En alemán quiere decir “cuatro pintores” y funciona como un homenaje a pinceles que marcaron decisivamente a Yorchil: Van Eyek, Rubens, Rembrandt y Vermeer. Los títulos de las obras aluden a las fechas de nacimiento y muerte de los maestros. Con una tinta casi transparente se iniciaron las impresiones de estos excéntricos grabados. En cada hoja se aprecian nueve. El color se modifica gradualmente en cada nueva impresión y funcionan en conjunto como variaciones del molde original. Su técnica es tan poética que a simple vista podrían parecer polaroids idénticas con distintos filtros, que van del negro, pasando por el azul, el rojo y llegan hasta el sepia.
IV. Nous avons perdu la tête
Su interés estético por los desechos urbanos y por lo que el común de la gente consideraría basura ha llevado a Yorchil a una etapa posterior a la contemplación: la reutilización. En esta serie hace uso de elementos recuperados para crear piezas igual de explosivas, ultraviolentas y efímeras. Es preciso destacar el singular proceso de creación del artista: toma una placa de PVC y la pone en contacto con un cable de nicromio (recuperado de secadoras de cabello y tostadores); así, la placa adquiere relieves impredecibles al rojo vivo y después sirve como molde para imprimirse sobre papel. Hay aquí algo de ready made, algo de exquisitamente azaroso.
V. Delicias del desorden
Los elementos se unen ya de manera depurada y las piezas de esta serie cierran con broche de oro la exposición, pues hacen pensar en la locución latina ordo ab chao, que quiere decir “el orden proviene del caos”. Siguiendo el principio matemático de la permutación, las piedras— elementos centrales de esta serie— cambian de posición (y de color) en cada pieza al buscar su lugar en el conjunto, en la composición. El orden se presenta como una síntesis de elementos reducidos a su mínima expresión, cohesionados, armónicos y sin perder nunca su singularidad ni su libertad en la composición. Son las historias circulares que resultan del Microcaos: un orden libre con acomodación modular de forma, color y textura. El poeta y pintor Henri Michaux escribió alguna vez “con la pintura me siento libre, soy viejo en la escritura”. Si en algún lugar podemos encontrar esa fuente de juventud de la que habla Michaux es en “Microcaos, historias circulares”. Su locuaz genio nos hace sentir jóvenes, nos contagia
su energía creativa y sobre todo, nos permite gozar con todos los sentidos de su virtuosa originalidad.
Karla Olvera